Flora y Fauna
Entre Cordilleras y Tradiciones: Ubicación y Vida en Coyhaique
Ubicada en las coordenadas 45°34′ S y 72°4′ O, Coyhaique se extiende por 7.320 km² de valles y montañas. Limita al sur con Río Ibáñez, al oeste con Aysén y Cisnes, al norte con Lago Verde y al este con la vasta llanura argentina. Su ciudad principal, también llamada Coyhaique, late en el centro de esta geografía, reuniendo servicios modernos sin perder su identidad patagónica.
Más allá de la urbe, el territorio se dispersa en pequeños poblados con nombres que evocan paisajes y memorias: Villa Ortega, Ñirehuao, Balmaceda, El Blanco, Valle Simpson. Cada localidad tiene su propia historia, marcada por el esfuerzo de los colonos y la fuerza de la naturaleza. La Carretera Austral —la mítica Ruta 7— atraviesa la comuna, serpenteando entre ríos, lagos y bosques, conectando a las personas y llevando viajeros a rincones insospechados.
Aquí, las tradiciones son parte de la vida cotidiana: jineteadas bajo cielos infinitos, mate compartido en mateadas populares, ferias costumbristas que celebran la identidad patagónica. En museos locales y pequeñas salas históricas, los relatos de los primeros habitantes cobran vida, recordándonos que esta tierra no se conquista, se respeta y se habita. Coyhaique destaca por la mixtura de actividades ganaderas y turísticas, ofreciendo experiencias vivenciales: rafting y kayak en ríos caudalosos, pesca deportiva, cicloturismo, trekking y la observación de fauna nativa en entornos prístinos.
Bosques que Susurran y Fauna que Observa: El Patrimonio Vivo
Coyhaique está inmersa en el bosque caducifolio de Aysén, donde los otoños se tiñen de rojizos colores; inviernos de ocres y los veranos de verdes y amarillos intensos. La lenga y el ñire son los guardianes de estos bosques, sin embargo, también se ve presente en el territorio, el bosque siempre verde; guardados por coihues, tepas, canelos, mañíos. Entre sus ramas se cuelan arbustos como el calafate, cuyos frutos azules prometen el regreso a la Patagonia a quien los prueba, según la leyenda.
Pero no son solo árboles los que dan vida a este territorio. En las quebradas y laderas rocosas se oculta el huemul, tímido y esquivo, emblema nacional y símbolo de resiliencia. En silencio, el puma patrulla sus dominios, mientras el pudú —uno de los ciervos más pequeños del mundo— se asoma curioso entre los helechos. Zorros colorados, coipos, chingues patagónicos y güiñas completan este elenco de mamíferos, junto a la presencia inesperada de liebres y visones, traídos por el hombre.
Sobrevolando los cielos despejados, el cóndor andino despliega sus alas de casi tres metros, recordándonos lo pequeños que somos. A su lado planean águilas, caranchos y cernícalos; en los ríos, el Martín pescador desafía las corrientes; y entre los bosques resuena el canto del chucao y el tamborileo del carpintero negro. Coyhaique es, en definitiva, un escenario vivo donde cada especie tiene su papel en una sinfonía natural inigualable.
Las Áreas Silvestres Protegidas: Corazón del Ecoturismo
La verdadera esencia de Coyhaique se revela en sus seis áreas protegidas, parte del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas (SNASPE). Aquí, la conservación no es solo una política: es un acto de amor hacia la tierra.
El Parque Nacional Cerro Castillo, con 179.550 hectáreas, es un espectáculo de cumbres nevadas y glaciares. Su ícono, el Cerro Castillo, se alza a 2.320 metros con su silueta de torre medieval. En sus laderas, huemules, pumas y zorros encuentran refugio, mientras cóndores y cachañas surcan los cielos.
La Reserva Nacional Coyhaique, a pasos de la ciudad, ofrece senderos que se internan en bosques mixtos y lagunas como Venus, donde el silencio solo se rompe con el canto del zorzal. La Reserva Nacional Río Simpson, por su parte, es un poema de ríos encajonados, cascadas y valles profundos. Allí, el huemul; pudú y el puma se adaptan a un relieve accidentado y la vegetación se desborda en coigües, tepas, notros y chilcos.
Menos conocidas pero igualmente fascinantes son la Reserva Nacional Trapananda, hogar del sapito de cuatro ojos y del carpintero patagónico, y la Reserva Nacional Lago Las Torres, compartida con la comuna de Lago Verde, donde el clima de estepa fría dibuja un paisaje distinto. Finalmente, el Monumento Natural Dos Lagunas es un santuario de transición entre bosque y estepa, habitado por cisnes de cuello negro, armadillos y carpinteros negros, donde cada año, atrae a aventureros de todo el mundo.
Estos espacios, aunque enfrentan desafíos, son el alma de Coyhaique: territorios donde la naturaleza dicta el ritmo y el visitante es un invitado de honor.
Coyhaique: Donde la Patagonia Habla.
La comuna de Coyhaique es un ejemplo de cómo la interacción entre cultura, naturaleza y conservación puede dar lugar a un destino turístico único. Desde los bosques de lenga hasta las cumbres de Cerro Castillo. Coyhaique invita a vivir la Patagonia en su máxima expresión.
Viajar a Coyhaique es escuchar la voz de la Patagonia: el murmullo de los bosques, el bramido de los ríos, el silencio de las cumbres. Es entender que aquí la vida se mide en horizontes, en historias contadas al calor de un mate, en la mirada profunda de un huemul. Coyhaique no es un destino, es una experiencia que permanece mucho después de haber partido, una invitación eterna a volver.